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domingo, abril 20, 2025

«Esperanza»: Cinco confesiones del Papa Francisco en su nueva autobiografía.

«Por eso estoy aquí ahora», reflexiona sobre el camino que llevó a su padre a no abordar aquel barco.

Finalmente, dos años más tarde, el padre de Bergoglio llegó a Buenos Aires, donde fueron registrados como «inmigrantes de ultramar».

«No es una novela nueva, es tan actual como lo fue en el pasado», comenta Francisco acerca de las razones que han llevado a miles de personas a dejar sus países en busca de mejores vidas, tanto a inicios de 1900 como hoy.

Por eso, después de muchos años, en su primer viaje fuera del Vaticano como pontífice, Francisco se dirigió a Lampedusa, una isla del Mediterráneo que se ha convertido en un símbolo de la migración.

A su juicio, «es urgente implementar medidas que garanticen el derecho a emigrar».

Francisco no anticipaba en 2013 ser elegido como el líder máximo de la Iglesia católica.

Como mucho, pensaba que, como cardenal latinoamericano, podría influir en algunos de los votos entre los posibles sucesores que eran discutidos en aquellos días.

«Decir que no esperaba algo así, nunca en la vida y mucho menos al inicio de aquel cónclave, sería subestimar la situación«, comparte.

Sin embargo, al mirar atrás, los movimientos anteriores en el Vaticano podían sugerir lo que estaba por venir.

En la reunión antes del cónclave, al argentino le sorprendieron los aplausos que recibió tras un discurso improvisado.

–Bueno, hace falta alguien que haga cosas así –le comentó uno de los cardenales al final de su discurso.

–Sí, pero ¿dónde se encuentra a esa persona? –respondió Bergoglio.

–¡Jajaja! Claro, muy bien, hasta luego.

El futuro Papa interpretó aquel comentario como una broma.

El 12 de marzo de 2013 comenzó el cónclave.

Bergoglio llegó a Santa Marta con una maleta que contenía dos túnicas y poco más. Dejó el resto de sus pertenencias en Buenos Aires, ciudad de la que no regresó tras ser elegido Papa.

La primera noche del cónclave concluyó sin un consenso claro.

A la mañana siguiente, el 13 de marzo, se llevaron a cabo una segunda y tercera votación sin éxito, donde ninguno de los candidatos logró alcanzar la mayoría de 77 votos de un total de 115 necesarios.

Durante un receso antes de la quinta votación, un cardenal latinoamericano le advirtió a Bergoglio:

–¿Preparaste ya el discurso? Asegúrate de hacerlo bien.

–¿De qué discurso hablas? –preguntó Bergoglio.

–¡Del que tienes que pronunciar desde el balcón! –respondió el cardenal, refiriéndose al primer discurso del nuevo Papa.

«¿Es otra broma?», se cuestionó Bergoglio, sin entender bien lo que estaba sucediendo.

En la cuarta votación, el argentino logró 69 votos, pero no fue suficiente.

La quinta votación presentó un inconveniente inesperado: había un voto de más. A alguien se le habían pegado dos papeles, lo que obligó a quemar todos los votos y repetir el proceso.

Fue en la segunda ronda de esta quinta votación cuando el apellido Bergoglio se escuchó más de 77 veces.

«No tengo idea de cuántos votos hubo en total, ya no escuchaba, el ruido opacaba la voz del escrutador«, relata Francisco.

–¿Acepta la elección canónica del Sumo Pontífice? –interrogó el cardenal Re.

–Acepto –contestó Bergoglio.

Doce años después, él mismo declara: «Me sentí en paz, tranquilo».

Así, cargaron los cartuchos del humo blanco, que se elevó por la chimenea de la Capilla Sixtina al caer la tarde.

La elección de Bergoglio sucedió tras la renuncia del papa Benedicto XVI, el primer Sumo Pontífice en casi 600 años en abandonar su puesto debido a problemas de salud.

En este contexto casi sin precedentes, Francisco pudo hablar con su predecesor, que al inicio de su pontificado le entregó una «gran caja blanca».

«Dentro está todo: las actas de las situaciones más complejas y dolorosas, los abusos, los casos de corrupción, los episodios oscuros, los delitos«, cuenta Francisco sobre lo que Benedicto, fallecido en diciembre de 2022, le reveló.

«He llegado hasta aquí, he tomado decisiones, he separado a ciertas personas. Ahora es tu turno«, agregó Benedicto según relata Francisco.

En su libro, el Papa describe a su antecesor como «un padre y un hermano» con quien mantuvo una relación «auténtica y profunda, más allá de toda leyenda creada por quienes insisten en contar lo contrario».

A pesar de estos y otros comentarios generales, en ninguna parte del libro Francisco detalla el contenido de la caja ni aborda ningún caso específico.

Por ejemplo, menciona que la reforma de la curia romana y sus discusiones con la facción más tradicionalista de la Iglesia católica fue «la más difícil y la que más oposición tuvo al cambio durante un largo periodo».

O comenta sobre la administración económica del Vaticano, que «salir de la maldición del siempre se ha hecho así no fue fácil, pero finalmente se está encaminando correctamente».

De todos modos, esta mención ha sido significativa porque, aunque ya en 2013 se publicaron informes sobre la existencia de tales documentos, es la primera vez que Francisco toca el tema.

El mundo aún no se recuperaba de la pandemia cuando Francisco viajó a Irak.

En una visita histórica, el Papa se dirigió a la ciudad de Náyaf, considerada el centro histórico y espiritual del islam chií, para reunirse con el ayatolá Ali Al Sistani.

La Santa Sede había estado preparando el encuentro durante años, visto como un hito en el camino hacia el diálogo interreligioso. Sin embargo, los riesgos asociados a la seguridad del Papa, en medio de la violencia entre chiítas y suníes, eran considerados por el Vaticano muy altos.

«Casi todos desaconsejaron el viaje, que sería el primero de un Papa a este país de la región de Oriente Próximo marcado por la violencia extremista y las profanaciones yihadistas», relata Francisco en su autobiografía.

«Pero yo quería ir hasta el final. Sentí que era necesario hacerlo», añade.

La población cristiana en Irak se estima en menos de 250,000, una drástica caída desde los 1.4 millones previos a la invasión de Estados Unidos en 2003, según un informe del Departamento de Estado de 2019.

Al llegar a Bagdad, la Gendarmería del Vaticano informó a Francisco que los servicios secretos británicos habían desactivado dos intentos de atentado suicida en su contra.

Uno de los planes implicaba a una mujer con explosivos que se dirigía a Mosul para inmolarse durante la visita papal; el otro consistía en una camioneta que había salido a toda velocidad con la intención de explotar en el camino.

Francisco entonces preguntó cómo habían logrado desarticular ambas amenazas.

«El comandante respondió de manera lacónica: ‘Ya no existen’«, relata Francisco. «La policía iraquí los había interceptado y hecho estallar».

«Esto también me conmovió. Era otro fruto envenenado de la guerra«, declara.

5. LA RELACIÓN CON BORGES

Francisco rememora en su autobiografía el momento en que conoció al escritor argentino Jorge Luis Borges.

En aquella ocasión, Bergoglio tenía 27 años y era profesor de Literatura y Psicología en el colegio de la Inmaculada Concepción en Santa Fe, Argentina, donde impartió un curso de escritura creativa.

La secretaria de Borges había sido profesora de piano de Bergoglio, lo que lo llevó a enviarle a través de ella dos relatos escritos por sus alumnos.

En ese momento, Bergoglio era tan solo un religioso, mientras que Borges ya era un escritor latinoamericano ampliamente reconocido.

Borges no solo quedó impresionado, sino que sugirió que los relatos fueran publicados en un libro y se ofreció a escribir el prólogo: «Este prólogo no solo es para este libro, sino para cada uno de los aún indefinidos futuros que los jóvenes aquí reunidos puedan redactar», según recuerda Bergoglio.

Luego, Borges fue invitado a dar clases sobre lo que en Argentina se conoce como «literatura gauchesca».

«Y aceptó; podía hablar sobre cualquier tema y nunca se daba aires. A los 66 años se subió a un autobús y realizó un viaje de ocho horas de Buenos Aires a Santa Fe», cuenta el Papa, quien se considera un amante de la lectura y apasionado de la enseñanza.

«En una de esas ocasiones llegamos tarde porque, cuando lo fui a buscar al hotel, me pidió que lo ayudara a afeitarse», detalla.

«[Borges] era un agnóstico que cada noche rezaba un padrenuestro porque se lo había prometido a su madre, y recibió los sacramentos antes de morir», dice Francisco sobre el escritor fallecido en 1986.

Y agrega: «Admiré y respeté profundamente a Borges, me impresionaba la seriedad y dignidad con las que vivía su existencia. Era un hombre muy sabio y profundo«.

(Imagen:

PURANOTICIA // BBC MUNDO


Con Información de puranoticia.pnt.cl

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