El ex presidente de Uruguay, José «Pepe» Mujica, falleció este martes a los 89 años, luego de luchar contra un cáncer.
La noticia fue confirmada por el actual presidente, Yamandú Orsi.
«Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y líder. Te extrañaremos mucho, querido Viejo. Gracias por todo lo que hiciste y por tu amor sincero hacia tu pueblo».
Por la simplicidad con la que vivió durante su presidencia, sus críticas al consumismo y las reformas sociales que impulsó —como la legalización del mercado de marihuana—, Mujica se convirtió en una figura emblemática para la izquierda latinoamericana.
Su popularidad transcendió fronteras, algo poco común para un mandatario uruguayo, aunque en su país, con 3,4 millones de habitantes, su legado es objeto de debate.
Durante su mandato, Mujica optó por no trasladarse a la mansión presidencial, como es habitual entre los líderes del mundo.
En su lugar, permaneció con su esposa, la política y exguerrillera Lucía Topolansky, en su modesta vivienda a las afueras de Montevideo, sin servicio doméstico y con poco resguardo. No tuvieron hijos.
Esta y su habitual vestimenta informal, junto con el hecho de ser visto frecuentemente conduciendo su Volkswagen «escarabajo» de 1987 y donando gran parte de su salario, hicieron que algunos medios lo llamaran «el presidente más pobre del mundo», aunque Mujica siempre rehusó este título.
A pesar de ser percibido como alguien ajeno a la política tradicional, Mujica nunca fue un outsider del ámbito político.
Atribuyó su pasión por la política, la literatura y la agricultura a su madre, quien lo crió en un hogar de clase media junto a su hermana menor, tras la muerte de su padre cuando él tenía 8 años.
De joven fue militante del Partido Nacional, un partido tradicional en Uruguay que más tarde se convirtió en la oposición de centroderecha a su gobierno.
En la década de 1960, participó en la fundación del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), una guerrilla urbana de izquierdas que llevó a cabo asaltos, secuestros y ejecuciones, influenciada por la revolución cubana y el socialismo.
Mujica solía decir que nunca cometió un asesinato «por pura casualidad».
Fue capturado en cuatro ocasiones. En 1970, recibió seis balas y estuvo cerca de morir. Tras una fuga, fue recapturado en 1972, logrando escapar nuevamente, pero fue apresado hasta 1985.
Una de sus escapatorias, en septiembre de 1971, se realizó a través de un túnel junto a otros 105 presos tupamaros y se recuerda como una de las fugas más grandes de la historia carcelaria uruguaya.
Durante más de 14 años de prisión, fue torturado y vivió en condiciones inhumanas, incluso enfrentando períodos de aislamiento.
Después del golpe de Estado de 1973, fue considerado uno de los «nueve rehenes» tupamaros cuyos asesinatos fueron amenazados si la guerrilla actuaba nuevamente.
Recordaba que en ese tiempo se enfrentó a la locura, sufriendo delirios y hablando con hormigas, aunque también aprendió a conocerse mejor.
Mujica fue liberado gracias a una amnistía en 1985, al final del régimen militar en Uruguay. Esa fecha ha sido su mayor recuerdo de felicidad.
«La presidencia es una tontería. No se compara», solía afirmar.
Antes de alcanzar la presidencia, fue diputado, senador y en 2005, ministro de Ganadería y Agricultura en el primer gobierno del Frente Amplio, la coalición de izquierda en Uruguay.
Durante esos años, su popularidad creció rápidamente y recorrió el país sin descanso, hasta convertirse en el candidato presidencial del Frente Amplio.
Sin renunciar a su pasado guerrillero, cuidó su imagen y sus palabras para ganar la confianza del electorado más centrado y ganó en la segunda vuelta de las elecciones de 2009 con casi el 53% de los votos.
A la edad de 74 años, para el mundo, aún era un desconocido.
En esos días la izquierda latinoamericana estaba en apogeo, con figuras prominentes como el entonces presidente brasileño Luiz Inácio «Lula» da Silva y su similar venezolano, Hugo Chávez.
A pesar de mantener una relación cercana con ambos, Mujica se distanció del socialismo chavista y gobernó a su manera, mostrando pragmatismo y audacia en múltiples ocasiones.
Durante su administración, con un contexto internacional favorable, la economía uruguaya creció un promedio anual de 5,4%, reduciendo la pobreza y manteniendo el desempleo bajo.
A pesar de su discurso acerca de la austeridad, su gobierno aumentó considerablemente el gasto público, lo que expandió el déficit fiscal y llevó a sus opositores a acusarlo de derroche.
También fue criticado por no poder revertir los problemas crecientes en la educación uruguaya, a pesar de haber prometido priorizar la enseñanza.
Sin embargo, algunos días después de dejar la presidencia, expresó que su mayor deuda pendiente era que en Uruguay permanecía la pobreza.
Cuando finalizó su mandato, Mujica contaba con un alto porcentaje de popularidad interna (cercano al 70%) y fue elegido senador, aunque también dedicó parte de su tiempo a viajar por el planeta.
Su fama internacional alcanzó un punto culminante: su discurso en la cumbre Río+20 de la ONU sobre desarrollo sostenible, en junio de 2012 en Río de Janeiro.
Frente a numerosos jefes de Estado y de gobierno, criticó la cultura consumista que obliga a la gente a trabajar más para saldar deudas.
«Estos conceptos son básicos: el desarrollo no puede ir en detrimento de la felicidad. Debe favorecer la felicidad humana, el amor en la Tierra, las relaciones humanas, cuidar a los hijos y tener amigos», afirmó.
Aunque definió su discurso como «elemental», causó revuelo en internet y fue visto millones de veces en YouTube: un gran éxito para un presidente que ni siquiera usaba redes sociales.
Durante su gobierno, Uruguay también destacó por leyes sociales aprobadas por el Parlamento, como la despenalización del aborto, la legalización del matrimonio homosexual y la regulación del mercado de marihuana.
Mujica afirmaba que nunca había probado el cannabis y que la legalización no estaba en sus planes al asumir la presidencia, pero durante su mandato decidió llevarla a cabo, argumentando que la prohibición había fracasado y buscaba rescatar parte del mercado del narcotráfico.
Por estas razones, recibió elogios de personalidades como el premio Nobel de Literatura peruano, Mario Vargas Llosa, fue considerado una de las 100 personas más influyentes en 2013 por la revista Time y Uruguay fue reconocido como el país del año por The Economist.
Un jeque árabe le ofreció un millón de dólares por su auto, que siguió siendo un símbolo y se convirtió en la propiedad de Mujica: en algunos países que visitó tras dejar la presidencia, como Guatemala y Turquía, lo recibieron con «escarabajos» en el aeropuerto.
Él se mostraba sorprendido por su creciente fama.
«¿Qué es lo que asombra al mundo? ¿Que vivo con poco, en una casa sencilla, que manejo un auto viejo? ¿Esas son las novedades? Entonces, el mundo está loco por sorprenderse de lo normal«, reflexionó antes de su salida de la presidencia.
También expresaba que su forma de gobernar estaba alineada con las tradiciones republicanas y liberales que Uruguay había cultivado desde principios del siglo XX.
El auge de su figura coincidió con un descontento con la política tradicional en muchos países y Mujica ocupó parcialmente un vacío en la izquierda de América Latina, tras la muerte de Chávez y los escándalos de corrupción relacionados con Lula.
Además, será recordado por sus comentarios controvertidos mientras ocupaba el cargo de presidente.
«Esa vieja es peor que el tuerto», dijo en 2013, sin darse cuenta de que el micrófono estaba encendido, refiriéndose a la entonces presidenta argentina, Cristina Fernández, y a su difunto esposo y antecesor, Néstor Kirchner.
Durante la Copa Mundial de fútbol de Brasil 2014, declaró que los dirigentes de FIFA de ese entonces eran «una manga de viejos hijos de puta», luego de la sanción que aplicaron al futbolista uruguayo Luis Suárez por morder a un adversario.
Al mismo tiempo, sus discursos a menudo incluían referencias a temas como el amor y la felicidad, a veces adoptando un apoyo motivacional.
«Cada mañana al levantarte piensa, y dedica 10 minutos a reflexionar, si lo que hiciste está bien o mal», aconsejó a miles de jóvenes que lo aclamaron en una universidad de Río de Janeiro, meses después de dejar la presidencia.
También hacía mención de su propia vejez y de la muerte, una realidad que lo alcanzó ahora, sugiriendo que debía ser aceptada con naturalidad, sin dramatismos.
Al anunciar en abril de 2024 que le habían detectado un tumor en el esófago que se trataría con radioterapia, dijo que en su vida “más de una vez se cruzó con la muerte, pero esta vez creía que iba ‘con la guadaña en ristre’.
En enero reveló al semanario uruguayo Búsqueda que el cáncer se había extendido a su hígado y, debido a su edad y enfermedades crónicas, decidió no continuar con tratamientos adicionales.
Poco antes, había logrado uno de sus últimos triunfos políticos: su delfín Yamandú Orsi fue elegido presidente de Uruguay en noviembre y su agrupación dentro del Frente Amplio, el Movimiento de Participación Popular, obtuvo la mayor bancada en el Parlamento desde el restablecimiento de la democracia, sin incluirlo en sus listas.
«Es un premio, si lo quieres ver así, un premio consuelo, porque está llegando al final del partido«, reflexionó Mujica sobre esa elección en otra entrevista con la BBC días después. «Siempre pensé que el mejor dirigente no es aquel que hace más; es quien deja un legado que supera con creces».
En el libro «Una oveja negra al poder», de Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, Mujica reflexionó que «a nadie le gusta la muerte, pero en algún momento sabes que va a llegar, ya sea un poco antes o un poco después».
«Y, ¡por favor!, no vivas temiendo a la muerte. Acéptala como los animales del monte. El mundo seguirá girando y no pasará nada, no quedará nada de ese miedo en vano», decía. «Hay que ser más primitivo«.
PURANOTICIA // BBC MUNDO
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